El comedor quedaba iluminado simplemente por una vela. En la
oscuridad se podía entrever una silueta que recordaba sus curvas de mujer. De nuevo
se encontraba en un rincón del sofá, encogida tratando de ser invisible. El teléfono,
como de costumbre, se mantenía mudo a su lado. De su rostro caían lágrimas saladas,
gotas de agua que lentamente ella iba secando tratando de esconder su tristeza.
Permanecía quieta. Tan solo un sonido podía hacer que su cuerpo cambiara de
postura. Deseosa de escuchar el “ring,ring” del teléfono restaba a la espera de
la llamada que nunca llegaba. Pasaba las horas pensando en él, recordando la última
vez que estuvieron juntos. Estirados, en la cama, fundiendo sus cuerpos,
logrando ser solo uno. Ella besando cada rincón del cuerpo de su amado,
recorriendo cada recoveco de su ser, con cariño, con dulzura. Mientras, él se
dejaba hacer. Ella deseaba conseguir que alcanzara el clímax, aunque sabía que
luego él no jugaría del mismo modo con ella. Evitó que estos recuerdos
invadieran su mente, prefería soñar que él la quería del mismo modo que ella le
amaba. Cerró sus ojos y voló con su imaginación, mientras ella en la misma
postura de siempre mantenía viva la esperanza de recibir la deseada llamada,
aquella que le permitiera escuchar la voz de él pronunciando un: Te quiero…